ORIOL MASPONS - Or the Ibiza we don’t want to forget
ORIOL MASPONS, EL FOTÓGRAFO DE AQUELLA IBIZA.
Por Luisa Ricart
Fotos: © Oriol Maspons
En gran medida, el legado de Oriol Maspons se traduce en una singular mirada a la Ibiza de los años dorados. El artista y la isla mediterránea, que son como el hambre y las ganas de comer, tienen varias cosas en común: son provocadores, desinhibidos y políticamente incorrectos. Por eso, esta unión responde a muchas razones, y todas quedan resumidas en el aquí y en el ahora.
Playa, bailoteos, novedad, ironía, diversión y mucho nudismo femenino, pero también paisajes idílicos y personajes costumbristas, la obra de Maspons refleja la diversidad y la vitalidad de los 70s y 80s, por qué las mejores cosas de la vida nunca son perfectas, simplemente son.
Habrás escuchado una historia semejante en otras ocasiones, el formato es clásico. Oriol conoció a su mujer Coral ejerciendo de fotógrafo. Y ella, casi veinte años más joven, de modelo (a pesar de que luego fue química). Juntos, construyeron un precioso clan de tres que se mantuvo unido hasta el final de sus horas.
Se dice que la gente que nos quiere bien, toma nuestro pasado como un mapa de cómo amarnos. Es verdad, somos la suma de cada acierto pero también de cada error.
Y, aunque hablan por si solas, solo hay una manera de atrapar la esencia de las instantáneas que ilustran este artículo: entendiendo la faceta personal de Maspons.
Al final, oler un perfume de Santa Maria Novella es una cosa. Sentir la fragancia a crema solar, salitre, pino e higuera que evoca al primer beso en esa cala mágica, al primer amor, es otra totalmente distinta.
Para Oriol, Ibiza no era solo un destino fotográfico, era un lugar impregnado de recuerdos familiares y vivencias inolvidables. Y es que su conexión iba más allá de la mera captura visual; era un lazo emocional que perduró a lo largo del tiempo. Empezó a ir, ojo, en los años 50 y, atraído por su atmósfera única, la visitaba regularmente.
“En los 80, cuando yo le acompañaba, solía comentar que Ibiza había perdido su alma; que ya no era lo que solía ser. Sin embargo, es fundamental considerar que él la había conocido treinta años antes”, puntualiza Alex Maspons, su único hijo.
Pegado a sus padres, Alex veraneó más de una década en medio de esas aguas turquesas tan reconocibles.
“Interviú, la revista para la que fichó mi padre como fotoperiodista, se hacía cargo del hospedaje, de la comida y de todos nuestros traslados. Así que, en el círculo más cercano, nadie obstaculizaba su trabajo. Todos ganábamos con ello”, se sincera Alex.
Sí, más allá de la estética, las fotografías de este mago de la lente encapsulan el espíritu de una época marcada por la libertad y la experimentación. Ibiza, en aquel entonces, era un crisol de culturas y diferentes lifestyles, donde los festivales, los hippies y las primeras discotecas coexistían en armonía. Las imágenes muestran todo esto, y aparentan todo esto, porqué la vida era todo esto.
“Resulta sumamente interesante observar esas disparidades y percatarse de cómo han logrado mantenerse en un equilibrio extraordinario. Dudo que hoy haya otro lugar en el mundo con estas características”, defiende Alex. Y continúa: "Ahora, que hay tantos movimientos anti-turistas, me gusta sostener que Ibiza experimentó un notable enriquecimiento al abrir sus puertas a personas de fuera”.
Para el creativo, este ambiente de laissez faire laissez passer (dejen hacer, dejen pasar) era un testimonio de la riqueza que aportaba la variedad. Eso es así: no existe otro rincón en el universo cuando estamos en Ibiza. Me refiero a su luz hechicera, su talante espontáneo y su “eres el día quehabitas”.
Ibiza nunca juzga, y no le importa ser juzgada. Nos permite ser menos mentales, menos comedidos. Un poco desordenados y mucho más presentes. Nos reconcilia con la incertidumbre, y eso, señores, es para lo que sirve viajar.
Como ocurre con la juventud, su atractivo fugaz tiene que ver con lo efímero. Es lo que pasa con lo bello, que sentimos la necesidad de guardarlo, encadenarlo a nosotros con el fin de prolongar su duración.
Seguro que Pérez Siquier o Xavier Miserachs me darían la razón. Maspons tuvo mucho peso en la renovación del lenguaje fotográfico. En este aspecto, fue esa canción que suena justo cuando es tarareada, el ascensor esperando en el rellano, la llegada al cóctel cuando los camareros se disponen a servir los canapés.
Representó como nadie el impacto del turismo y de las modas extranjeras. Si el tema iba de bikini escueto y topless; no había lugar a dudas de la tendencia: bikini escueto y topless. También provocó un cambio en el modelo de mujer que se ensalzaba, de la casera ama de casa, con bata de boatiné, a la moderna y sensual, preferentemente nórdica. Por su cámara pasaron los rostros de intelectuales, cineastas, maniquís, escritores y arquitectos, no obstante, Maspons capturó magistralmente la feminidad, exhibiéndose en diferentes roles y contextos.
A lo que iba: Ibiza era mucho más que un escenario fotográfico; era un refugio donde él disfrutaba de la compañía de la gente y, sobre todo, de los perros, dos de sus mayores fuentes de inspiración. Aunque lamentaba los cambios que sufría la isla, su amor permanecía inquebrantable, arraigado a la frescura y la energía vibrante que aún se respiraba en sus calles. Visto lo visto, cuesta creer que todos estos retratos fueran por encargo, no por placer. Aun con estas, Alex nos desvela que su padre se hizo fotógrafo para ligar.
“Era un hombre de gran sentido del humor y una personalidad inigualable, cero diplomático. Su autenticidad y su pasión inagotable se sintetiza en este mantra: vive y deja vivir”, dice Alex algo emocionado.
Llegados a este punto, es obligatorio preguntarle por cómo sería el vínculo de su padre con las redes sociales. “No hubiera cogido manía a los influencers como concepto pues, cuando cogía aversión por alguien, siempre era por un tema personal. De todas formas, entonces ya había redes sociales: las revistas del corazón o los programas de radio. Por otro lado, los periodistas eran grandes referentes. Si Pilar Eyre iba a Marbella, todo el mundo iba a Marbella”.
El caso es que, con su exotismo y sus descaradas chicas esbeltas, bronceadas y rubias platino, Maspons dictaminó que el place-to-be era Ibiza. Él habló, el resto escuchó. Y lo que continúa lo sabes tú igual que lo sé yo.
*Estas fotografías y más están en el libro Oriol Maspons Ibiza, de la editorial Idea, que ha sido publicado con el soporte de Emma Salahi y la galería Agon y + E cstasy, representantes del archivo de Oriol Maspons en Ibiza.
*El libro está disponible a la venta en todos los hoteles de Concept Hotel Group.