TODO ESTO PASÓ EN IBIZA (PARTE 2)

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Por Laura Martínez

Historias que solo podrían ocurrir aquí.

Hay algo en Ibiza que no se puede explicar del todo. Llámalo magnetismo, charme, descontrol sofisticado o simplemente libertad. La isla tiene esa mezcla justa de belleza, descaro y misterio que, desde hace décadas, la convierte en el escenario perfecto para que ocurran historias que parecen sacadas de una película. Algunas son pura leyenda. Otras, cien por cien reales. Esta es la segunda entrega de nuestro repaso por sucesos que ya forman parte del imaginario colectivo ibicenco. Ponte cómod@, abre una botella fría, y prepárate para decir: ¿de verdad pasó esto en Ibiza?

Julio Iglesias se queda sin mesa en Las Dos Lunas

Era el verano dorado de Ibiza. Las noches eran eternas, Las Dos Lunas era el templo de las reuniones estivales nocturnas, y Julio Iglesias… bueno, Julio era Julio: el seductor planetario, el crooner de multitudes, el hombre que convertía cada guiño en una promesa de amor eterno. Pero ni todo su carisma fue suficiente aquella noche en la que se presentó, sin reserva, en el restaurante de moda de la isla.

Massimo Lucarini, propietario de Las Dos Lunas y galán italiano de manual, ya le tenía fichado. Se habían conocido tiempo atrás, en una reunión entre amigos comunes, y Julio tuvo un gesto —del que Massimo nunca dio detalles— que no le hizo gracia al italiano. Así que cuando Julito apareció con su camisa desabrochada, su moreno cetrino y su sonrisa irresistible, Lucarini lo miró a los ojos y le soltó una frase que el cantante no estaba acostumbrado a escuchar: “Lo siento, estamos llenos.”

¿Había sitio? Probablemente. ¿Podría haber hecho una excepción? Claro. ¿Quiso hacerlo? Ni de broma. Porque aquí, en Ibiza, ni el rey de la balada se salva si no va de frente. En Las Dos Lunas cenaban desde el Rey emérito hasta Naomi Campbell, Elle Macpherson o Valentino. Era territorio sagrado. Y en los templos, hay normas. 

En resumen, más que truhán…hay que ser señor.

 

El 40 cumpleaños de Freddie Mercury: la locura que sigue viva

Si hay una fiesta que ha pasado directamente a los anales de la historia ibicenca, esa es el 40 cumpleaños de Freddie Mercury. Fue en 1986, en el legendario Hotel Pikes, ese rincón con alma rockera donde el exceso era norma y la discreción, virtud. Tony Pike, su fundador, tenía una relación de amistad -quizá algo más que eso- con Freddie y el líder de Queen nunca fue un huésped más. Pikes llegó a ser su casa en la isla.

La fiesta fue descomunal. Cientos de botellas de champán, disfraces imposibles, gogós, performances, confeti, locura. Parte del fiestón se trasladó también a KU, la discoteca que por entonces era el centro del universo nocturno. Se dice que hubo fuegos artificiales, un pastel gigante, y un despliegue que haría sonrojar a cualquier festival actual.

Lo más increíble es que esa noche no se fue del todo. Cada año, el espíritu de Freddie sigue presente en Pikes, donde se celebra su cumpleaños como si todavía estuviera entre nosotros, cantando a voz en cuello y bebiéndose la noche. Su habitación, la número 6, es hoy Freddie’s, un club dentro del hotel donde se celebran las salvajes fiestas de Rock Nights. Si vas, prepárate: todo puede pasar.

 

Disco Ibiza Locomía: abanicos, hombreras y el nacimiento de un fenómeno

Antes de que fueran una boyband, antes de que se convirtieran en carne de karaoke noventero, Locomía eran simplemente un grupo de chicos alocados viviendo juntos en una casa en Calle de la Virgen, con más ganas de expresarse que de conquistar las listas de éxitos. Corría mediados de los 80, la isla era un hervidero de creatividad, libertad y estilismos imposibles, y ellos se lanzaron a inventar algo nuevo.

Sus looks, entre barrocos y futuristas, eran puro statement: hombreras gigantes, botas, torsos al aire y, por supuesto, los abanicos que agitaban al ritmo del tecno-pop. Aquello no era solo estética, era una forma de vida. Locomía nació en Ibiza, en las noches del KU, donde comenzaron actuando de forma casi espontánea y terminaron hipnotizando al público. Luego llegó el manager, el contrato, la fama global… pero su ADN sigue siendo puramente ibicenco.

Más allá de sus hits, Locomía representa un capítulo glorioso de la Ibiza más libre, performativa y provocadora. Esa que no pedía permiso ni daba explicaciones. Esa que se sigue respirando cada verano, entre fiestas y amaneceres.

Pues sí, todo esto pasó en Ibiza. Y lo que nos queda por contar. Nos vemos en la próxima entrega. Porque en esta isla, la realidad siempre supera a la ficción.



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