Legendary hotels: The Beverly Hills Hotel
The Beverly Hills Hotel: El favorito de las estrellas
Por Paula Móvil
Si algo tiene este emblema hotelero de Beverly Hills es historias para aburrir. Pero curiosamente, ninguna lo hace. ¿Cómo iba a hacerlo el sitio en el que Elizabeth Taylor pasó seis de sus ocho lunas de miel y en el que, su festín favorito, era un plato de pollo frito con puré de patatas y grandes cantidades de ‘gravy’?
Hogar de famosos, incubadora social, centro de operaciones de la crême de la crême y núcleo de celebraciones que definieron las carreras de las grandes glorias de Hollywood: Todo lo que pudo ser fue en el Beverly Hills Hotel y cada una de las historias que lo avalan están bañadas de dosis de extravagante glamour, así como de ese halo de misticismo capaz de hacerlo perdurar en el tiempo. ¿Sería lo mismo Beverly Hills sin éste, su hotel? Sinceramente, lo dudamos. Antes de que existiese Beverly Hills, existía el Beverly Hills Hotel.
Fue en 1912 cuando Margaret Anderson lo concibió –bajo el nombre de Beverly Farms– en Sunset Boulevard como un alojamiento para que los (previsores) inversores inmobiliarios de la zona pudiesen tener un lugar dónde dormir. Poco se imaginaba por aquel entonces que toda esta área se iba a concebir alrededor de él. A partir de ese momento, poco faltó para que, en los sucesivos años 20, grandes estrellas de cine como Mary Pickford y Douglas Fairbanks se mudaran a la zona, incentivando al resto de Hollywood –como Charlie Chaplin o Valentino– a unirse a la causa. Con prisa y sin pausa.
Pero el “Palacio Rosa” no empezó como tal, sino como una estructura de color terracota que se tiñó de su actual color en 1948 para combinar con la paleta de colores del atardecer, la misma década en la que el millonario Howard Hughes hizo del Bungalow 4 su hogar, dulce hogar. Bueno, y de los otros nueve que reservaba durante sus estancias para despistar a cualquiera que lo “persiguiese”. Para que un hotel sea considerado un icono necesita tener, además de un servicio impecable, un guest book contundente y relatos capaces de sonrojar a cualquiera, y es así como comenzamos con la racha de excentricidades que abarrotan el legado del Pink Palace, que también vio bailar descalzo a Sidney Poitier después de ganar el Oscar y que lo tuvo difícil a la hora de sacar de la cama a John Lennon y Yoko Ono después de una semana.
Eso sin repasar el momento real en el que la Princesa Margarita de Inglaterra hizo del hotel su refugio durante su ruta americana. O cuando la tragedia se abrió paso, una de tantas veces, siendo el Bungalow 3 el lugar en el que los hijos de Robert Kennedy se enteraron de su asesinato.
Pero si hay un personaje, una diva y una estrella que se ha encargado de dejar huella por aquí ha sido Elizabeth Taylor, capaz de desfilar por todos y cada uno de sus pasillos con seis de sus ocho maridos. Su vínculo con el hotel va todavía más allá, siendo el lugar –más concretamente, en el primer piso– en el que su padre fundó una galería de arte cuando ella era pequeña, sembrando la raíz de una relación que estaba destinada a durar una eternidad. No en vano, el Beverly Hills Hotel nombró a una de sus suites y a su Bungalow 5 en su honor.
Recientemente, celebrities como Kim Kardashian y Pete Davidson han sido vistos caminando de la mano por los pasillos del hotel, por lo que todo apunta a que todavía le queda mucha vida por delante (como lugar para ver y ser visto) al mítico y clásico Beverly Hills Hotel. E historias que contar, ya no digamos.